Pues sí, ya he
terminado el libro de relatos. Concretamente hace una semana, el 23 de
noviembre. Y no hay mucho más que decir. Por ahora no voy a decir de qué tema
trata. Y espero que los pocos que lo saben tampoco lo hagan.
Escribo este post
para ahorrarme el tener que explicar las cosas varias veces.
Para los profanos en
el tema: lo mejor es escribir el libro, lo peor es lo que viene después. Lo que
estoy viviendo ahora: el inexplicable vacío que te queda dentro; las dudas y
los temores; la poca esperanza de que el manuscrito llegue a buen puerto, etc.
Al no ser una
princesa del pueblo que vive de haberse follado a un torero, tengo complicado
que una editorial se interese en publicarme. Soy una autora desconocida, sin
padrinos ni contactos en el mundo editorial y sin gozar de buena suerte, que
tiene la mala costumbre de esquivarme. Y autopublicar por el momento no está en
mis planes. No digo que haya excepciones y que existan libros autopublicados de
calidad. Pero mi experiencia como lectora de dichos libros ha sido bastante
penosa en la mayoría de los casos. Sin embargo, no me atrevo a decir que nunca
autopublicaré. Sobre todo si la otra opción es guardar mis relatos en un
cajón...
En resumen, serán
largos meses de esperar pacientemente, de investigar las posibles opciones, de
evitar que me estafen, de cruzar los dedos para que nadie me robe la idea (el
contenido está registrado, la idea no se puede registrar), de confiar en tener lectores
que disfruten de mis relatos como yo he disfrutado escribiéndolos... eso sin
contar con las estupideces que tendré que escuchar mientras tanto («cualquiera
puede escribir», «escribir es un entretenimiento», «puedo hacerme rica y famosa
si publico», etc.)
Me gusta decir que
escribir es un viaje inolvidable donde me gusta pararme a contemplar el
paisaje, sin pensar en el final del camino. Pues bien, ha sido un viaje
inolvidable de diez meses que he disfrutado mucho, pero ya he llegado a mi
destino. Y lo único que deseo es volver a viajar. Ponerme de nuevo frente a la
pantalla en blanco y crear nuevas historias que contar. Como también suelo
decir, escribo porque respiro. Y el placer que siento al hacerlo nada ni nadie
me lo puede arrebatar.